3 mar 2012

Los toros y la tragedia griega.



Schopenauer consideraba a la tragedia griega como la mas elevada de las poesías porque en ella nos enfrentamos ante la existencia en toda su crudeza. En la tragedia el hombre se topa con las ideas en estado puro, nos eleva por encima de la voluntad, nos hace sentir la experiencia de lo sublime.
Esta nos proporciona, no solo consecuencias estéticas, sino también éticas; nos lleva a clarificar la futilidad de la existencia y a penetrar en lo vano de los deseos, en lo gratuito de las pasiones y en lo superfluo de la voluntad de vivir. Nietzsche ve en la tragedia una representación simbólica de la sabiduría dionisíaca por medios artísticos apolíneos. Sabiduría dionisiaca como exaltación de la vida, de la fuerza, de la voluntad, de los instintos, de las pasiones.

En el arte del toreo se nos representan en toda su crudeza las pasiones, sentimientos e instintos más básicos de la vida. 

En toda su crudeza porque aparecen enfrentados a la muerte. Aparece el miedo, el miedo del torero ante la muerte que en cada lance la esquiva; pero a la vez, baila con ella buscando y encontrando la belleza en estado puro.  Una belleza apolínea de trazos armónicos, de movimientos equilibrados, ordenados, proporcionados, suaves y delicados.

Esta belleza es concomitante a lo arrebatador, y a lo sublime de la muerte que en forma de pitón acaricia su muslo con la banda sonora del bufido del animal y el estremecer de su roce con el trapo.
En el toreo se da la máxima exaltación de la vida para el torero que se la juega en cada pase a la vez que mira de cara a la belleza en estado puro. En este juego el aficionado ve las pasiones en su máxima expresión: emoción, valor, admiración, etc.

Pero también máxima exaltación de la vida para el toro, el auténtico protagonista del espectáculo. El toro que para un aficionado representa los valores de la bravura, fuerza, nobleza, valor, sinceridad, poder. Un animal que se mima desde que nace, que se cuida hasta el mínimo detalle para que se desarrolle en plenitud, libre, con sus semejantes,en grandes espacios, que constituyen su hábitat natural para que, una vez desarrollado, pueda ante una situación límite, enfrentándose a su propia muerte, mostrar todas sus virtudes, toda su dignidad. Ver un buen toro en la plaza es sinónimo de sentimiento de admiración por el animal en cada uno de los aficionados. Cualquier otra muerte no sería digna de este, nuestro ídolo, EL TORO
(cuadros de Mario Pastor Cristobal)